30 años de la Constitución para un ‘nuevo país’

“Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica. El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas en favor de grupos discriminados o marginados. El Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan”. No hace parte de la ficción ni pertenece a la legislación de un país más avanzado en sus leyes que Colombia. Eso podría pensar cualquiera con el momento actual del país, con un estallido social que ya arrastra violentas protestas y manifestaciones durante dos meses largos, con muertos, desaparecidos, agresiones, lesiones y violencia sexual sin precedentes. Pero no, se trata de la consagración de la igualdad, por primera vez en Colombia, en la Constitución de 1991, que justo hoy cumple 30 años. El número 13 es uno de los 380 artículos de la nueva Constitución que fueron aprobados por la Asamblea Nacional Constituyente el 4 de julio de 1991, en la sede del Capitolio Nacional. Hace 30 años se promulgó la que se consideraba la Constitución para forjar un nuevo país y ese fue uno de sus principales preceptos.
El documento, con 380 artículos y 59 transitorios, fue el resultado de los debates de 74 colombianos y colombianas, delegados por todos los sectores poblacionales y sociales del país. Requirió de 3.500 horas de sesiones y 150 días para ver la luz como documento terminado. Es el más grande esfuerzo de participación plural y heterogénea que ha tenido Colombia en su historia y, de ahí su valor. Se destacó, especialmente, la participación de las mujeres y la inclusión del enfoque de género, las minorías, además de los indígenas, olvidados e invisibilizados por 500 años. La Constitución de 1991 rompió el verticalismo de una Carta Magna de enfoque republicano que regía desde 1886. La inclusión de todos los actores nacionales permitió el reconocimiento de diversas etnias a lo largo y ancho del país y también de la autonomía en sus territorios.
La anécdota de aquella promulgación es que tuvo dos actos de salida a la luz pública. Uno, en el capitolio, presidido por los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente, que eran Horacio Serpa, Antonio Navarro Wolff y Álvaro Gómez Hurtado. Otro más el 7 de julio, luego de que el secretario general de la Asamblea leyera todo el texto para verificar que lo firmado era lo aprobado por todos los constituyentes y corrigiera las inconsistencias. Digamos que un evento fue para la foto pero el oficial, que refrendó el texto, fue el del 7 de julio.
Lo realmente importante es que la Constitución de 1991 abrió espacios para las minorías, uno muy importante para las mujeres y para los indígenas y adicionalmente dio origen a varias de las leyes que hoy nos permiten desarrollos jurídicos cruciales para el desarrollo del país, como la autonomía territorial, la protección del medio ambiente, la ley de los planes de desarrollo y la garantía a la libertad e independencia profesional de los periodistas, entre otros.
La Constitución de 1991 sigue siendo el anhelo de ese nuevo país que se imaginaron esos 74 constituyentes hace 30 años. Y sí que necesitamos esa esperanza hoy.

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