Campesinos, ¿hay algo qué celebrar?

Desde hace varios años, la celebración del Día del Campesino viene pasando inadvertida en Medellín. El pasado 3 debió celebrarse esta fecha, pero en lugar de eso, no hubo ni bulla, ni celebraciones, ni actos o eventos para recordar la importancia de nuestros campesinos para la ciudad. En años anteriores, dos o tres, esta celebración se ha diluido en la del llamado Día de los Corregimientos, que el Concejo de Medellín creó mediante acuerdo con fecha del 1° de diciembre de cada año. Sin embargo, desde VIVIENDO SANTA ELENA hemos venido insistiendo en que ni son lo mismo, ni deberían juntarse, pues los campesinos requieren una festividad aparte, como fue planteada por la ley colombiana.
Para quienes no saben, esta ciudad tan innovadora tiene zona rural, compuesta por cinco corregimientos que configuran el 71% de su territorio, lo que significa que del ‘mapa’ de la ciudad de Medellín, aunque no parezca, el 29% es urbano y el 71% restante es campo, o por lo menos, lo que queda de él.
Volviendo al Día del Campesino, es una celebración que se estableció durante el gobierno de Guillermo León Valencia quien, mediante Decreto 135 de 2 de febrero de 1965, estableció que el primer domingo del mes de junio de cada año se celebraría el Día del Campesino para reconocer a la gente que trabaja el campo, aporta muchísimo al desarrollo económico del país especialmente en lo que a seguridad alimentaria se refiere (o sea lo que muchos de nosotros preparamos y comemos en nuestra mesa todos los días) y que, además, conserva las tradiciones culturales rurales de Colombia.
Con el Censo del 2005 como única referencia (recordemos que se está adelantando el Censo 2018, pero hace 13 años no tenemos un dato confiable de población, sólo proyecciones), para el 2005 éramos en Colombia 42.090.502 habitantes, de los cuales 31.566.276 (75%) vivían en zonas urbanas y 10.524.226 (25%) habitaban las áreas rurales. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que tampoco son recientes (2013), en Medellín viven alrededor de 50 mil campesinos y campesinas, unas 12.500 familias aproximadamente, en un total de 16 mil predios, con un área promedio de 1,51 hectáreas por unidad productiva familiar. Estas personas producen cerca de 29 mil toneladas de alimentos por año, los cuales se consumen en su mayoría en la ciudad.
El panorama de los campesinos de Medellín no es hoy el más alentador. Para poner sólo un ejemplo, recordemos hace poco a los agricultores de San Cristóbal que, por allá por los días de Semana Santa, hicieron una ‘regalatón’ de cilantro en la vía que conduce al Túnel de Occidente, porque preferían regalarlo que venderlo a los precios tan bajos e irrisorios que reciben por el producto con toda la cadena de intermediación entre los campesinos y el usuario final.
Y si en San Cristóbal llueve, en Santa Elena no escampa. En nuestro corregimiento los campesinos van desapareciendo de cuenta de la expansión urbana, de la llegada masiva de citadinos a la zona rural con ganas de aire puro y condiciones de tranquilidad y con el cambio de las dinámicas productivas del suelo, más enfocado al tema turístico que al agropecuario. El modelo turístico que se ‘vende’ sobre el corregimiento desde 2007 más o menos, arrincona cada vez más a nuestros campesinos, muchos de quienes han dejado de cultivar porque es más rentable construir casas para alojar y recibir a quienes quieren vivir el sueño rural que seguir haciendo esfuerzos con poca retribución, apoyo o buenas posibilidades de comercialización con lo que produce la tierra. Eso también va dejando terrenos cada vez más pequeños para cultivar, donde ya no es rentable hacerlo. Otros, se han ido acomodando a las nuevas dinámicas y han encontrado la forma de conservar actividades tradicionales del campo que son valoradas e incluidas en los nuevos formatos (viveros, cultivos orgánicos para Mercados Campesinos, jardinería -aunque puesta al servicio de alguien más que paga por ello-, producción de hortalizas y verduras para iniciativas como el Programa de Alimentación Escolar, que es tal vez una buena idea, entre otras). Vea también: http://www.viviendosantaelena.co/el-pae-oportunidad-para-los-campesinos/
Con buena suerte, de acuerdo con información de las organizaciones sociales de Santa Elena, quedarían en el corregimiento unos 5 mil campesinos, lo que contrastado con los 18 mil habitantes proyectados que hoy tiene el corregimiento, nos dice que del 100% de la población santaelenense, apenas el 27,77% de la población sería campesina. Esa cifra de 5 mil no se encuentra tampoco con la de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria, Umata, entidad que señala que quienes piden apoyo en Santa Elena para las labores del campo serían unas 1.200 personas. Y realmente, suena triste que en zona rural de Medellín pueda haber hoy tan pocos campesinos. A esto se suma, que no existen en Santa Elena agremiaciones de campesinos, lo cual impide que puedan defender sus intereses y reclamar por asuntos que a veces, en la zona urbana, son constantemente invisibilizados.
¿Hay esperanza para los campesinos? Puede que sí. Como parte del Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín, las organizaciones sociales y de campesinos de la ciudad lograron que se incluyera en dicho documento el llamado Distrito Rural Campesino que es una especie de salvaguardia de la población rural. Como dice en el POT, “es el instrumento mediante el cual, se encaminan acciones físico espaciales, económicas, culturales y sociales, que permiten articular y orientar programas y proyectos, en pro del mejoramiento, permanencia, promoción, planificación y gestión del territorio rural campesino. El cual requiere ser planificado, reglamentado y puesta en ejecución con la participación activa de las comunidades campesinas y sus organizaciones sociales y productivas”. La buena noticia es que en 2017 se hizo el diagnóstico y en este año se espera hacer la formulación, pues es una de las metas del Plan de Desarrollo de Medellín 2016-2019. Luego de eso vendrá la implementación, de la mano de las comunidades campesinas de la ciudad.
Con esa lucecita que titila y no es aún muy fuerte, pasa un año más y otra fecha del Día del Campesino que no fue celebrado. Esperemos que la Administración Municipal recapacite sobre la urgencia de visibilizar a nuestros hombres y mujeres que trabajan el campo. Que no vuelvan a juntar esta fiesta con otra recién creada de menor trascendencia y que recuerden, con celebraciones en cada mes de junio que, si no fuera por ellos, por los campesinos, nuestras mesas no serían abundantes, ricas y saludables como hoy lo son.

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