El 31 de diciembre, el mejor día para mirar al cielo

Por Ana Isabel Rivera Posada
Una idea loca de un grupo de muchachitos, en el que también participaba Alejandro Uribe Paniagua, que elevaban globos solares hechos de plástico en un potrero al frente de Sofasa, en 1998, 1999 y 2000, es hoy no sólo una gran empresa sino el único Festival del Globo Solar que se realiza en Colombia y uno de los más importantes del mundo. Estos jóvenes, que hoy son Bimana Producciones, nos acostumbraron a mirar al cielo cada 31 de diciembre, para asombrarnos con las emblemáticas figuras hechas con plástico, diferentes formas de variados colores de todo cuánto se les ha ocurrido, a lo largo de estos más de 20 años.


Este 31 de diciembre, de nuevo, entre las 8 de la mañana y la 1 de la tarde, en el Estadio del Barrio El Dorado de Envigado, el espectáculo está garantizado. Para este año la temática son los aliens que, según Alejandro Uribe Paniagua, “son una nueva etapa, creamos nuestras propias figuras, no hay referentes, nadie nos puede decir si es grande, pequeño, si le falta o le sobran ojos o si no son así. El tema de 2018 es la justificación para hacer cosas novedosas, diferentes, pensando en el público, le damos la posibilidad al público de que haga su propia interpretación, que lo puedan asociar con lo que cada uno quiera”. El grupo espera elevar entre 25 y 35 globos, más los tradicionales para los niños al final y el reloj insignia de ‘faltando cinco pa’ las doce’ que no puede faltar como cierre de la jornada.

Milo
Alejandro Uribe Paniagua cuenta que toda esta historia comenzó cuando, pequeño, elevaba los globos de Milo, la conocida marca de bebidas chocolatadas, globos que eran de plástico y que por alguna extraña razón que en ese momento Alejandro desconocía, se elevaban con el sol. Luego vinieron los globos de papel y con ellos, todo el estigma y las prohibiciones y fue cuando empezó a buscar otras alternativas. Uno de sus amigos descubrió el principio del plástico (que se elevan con el calor) y como por entonces Alejandro estudiaba Diseño Gráfico, aprovechó una de sus materias para investigar en compañía de un físico y un químico. Lo que encontraron les pareció maravilloso, especialmente las posibilidades creativas de hacer cualquier figura. Con timidez, ensayo- error, empezaron con globos negros con apenas unas manchitas blancas (una ballena orca y una foca). Luego entendieron que era posible el color y empezaron a innovar.

Todos estos los probaron en el potrero frente a Sofasa, a finales de los 90 y comienzos del 2000. Para el 2001, ya la Alcaldía de Envigado y el Inder los invitaron a oficializar la actividad y se realiza el primer festival. El reto entonces eran las formas gigantes, luego fue la forma y la creatividad de las mismas, luego escoger tema por festival. “Ya pensamos que no era elevar los globos por elevarlos sino enlazarlos a un tema y así hemos trabajado en los últimos cinco años. Hemos trabajado películas, las catrinas, hicimos homenaje a los fallecidos en el accidente de Chapecoense, varias cosas y este año, son aliens”, cuenta Alejandro. Y agrega que ya sabe que los globos no son lo más importante, “lo fundamental del espectáculo hoy es el público, que es el que le da continuidad al evento, porque la gente interactúa y disfruta”.

De Envigado para el mundo
El asunto ha salido de las fronteras de Envigado. Dice Alejandro que, aunque el festival es muy apreciado en el ámbito local, es bien distinto a como lo ven en el exterior, pues la gente se emociona hasta con los globos más pequeños, de seis metros (para referencia, el tamaño de los más grandes es de 30 a 40 metros).

Alejandro comenzó la aventura de llevar sus globos a festivales internacionales en 1999, aunque sin mucha convicción, pensando que el tercermundista era él y que no tenía mucho que ir a mostrar a lugares donde se realizaban festivales de cometas y globos aerostáticos hace más de 30 años.
“Conocí un cometero que me alentó mucho y me aconsejó que tenía que buscar ser auténtico y me obsesioné con los globos solares, me especialicé y en 2000 me invitan a un festival en Perugia (Italia) y fue impresionante. Yo viajé con una maleta llena de plástico, con mis globos normalitos para mi, había alemanes, holandeses, italianos y franceses pero supe que la novedad era yo, ‘unos globos solares que venían de Colombia, que nunca se habían visto en un festival que tenía más de 30 años’. Ahí entendí el valor de lo que hacía, me dio mucha trascendencia internacional, los organizadores de otros festivales en el mundo me referenciaban y empezaron a invitarme y eso se volvió una bola de nieve”, cuenta Alejandro.


Luego siguieron otros festivales y el más recordado y bonito, uno en Canadá en 2009, un festival de globos aerostáticos donde comenzó otra aventura, pues le permitió a Bimana Producciones abrir una sucursal en una ciudad cercana a Montreal, donde trabajan en otoño para Halloween y en verano, con más de 50 presentaciones en el año.
También hay que mencionar la apertura, este 2018, en Barranquilla, de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, como uno de los logros grandes de hacer una ceremonia. “Toda la vida desde que yo empecé a prepararme, siempre quise trabajar en una ceremonia y seguimos soñando con unos Olímpicos y un Mundial y el Festival del Globo Solar ha sido la preparación para eso. Y hay otra cosa, para nosotros trabajar sobre un tapete, que lo venimos haciendo apenas hace unos años, no es para proteger la grama o el pasto o la cancha sintética, es el mensaje de que queremos abrir unos Juegos Olímpicos y un Mundial y con Barranquilla ya nos captaron el mensaje”, dice.

Una insignia
Aunque Bimana siempre juega al impacto, a la novedad, a la sorpresa que genera en el público, porque nunca se sabe qué sigue, ni qué globo se va a elevar, hay varios momentos que sí son predecibles en el festival y se dan al final. “La gente los espera y no se van hasta que no pasan. Uno es de los globos que hacemos para que los niños entren al campo y los toquen y los puedan elevar ellos y el otro, que no tiene nada que ver con el tema que hagamos para el día, es que siempre hacemos un reloj que marca los cinco minutos que faltan para las 12. Lo estamos haciendo como desde el 2005 y elevamos el reloj y ponemos la canción de ‘faltan cinco pa’ las 12’, para que la gente se conecte con la fiesta, con lo que sigue en sus hogares. El reloj cambia, siempre, pero son iguales la hora que marca y la canción, eso es lo único predecible de todo el festival”, afirma.

 

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