Eloy, el caminante de siempre

Tal vez los recién llegados a Santa Elena ni idea tengan de quién es (era) Eloy. Ese tampoco era su nombre. Sin embargo, más conocido que Eloy en Santa Elena, pocos. Con su hablar enredado, constantemente descalzo y muy andariego, recorría las calles del Corregimiento y hoy es una leyenda.

Si se menciona en Santa Elena a Jorge Enrique Atehortúa Vargas, tal vez sólo su familia sepa quién es. Pero si es Eloy el nombre que se menciona, todos los santaelenenses tradicionales y de vieja data saben de quién se habla.

Eloy para unos, Loy para otros, nunca Jorge Enrique Atehortúa Vargas, que eran realmente su nombre y sus apellidos y el apodo ni la familia sabe de dónde ni porqué salió. Eso sí, todo el mundo en Santa Elena (salvo tal vez los recién llegados) sabe quién era Eloy.

La pinta, igual siempre, a pesar de andar descalzo, el infaltable saco como de vestido cachaco y la gorra blanca tan característica. Lo importante, reconocido en el corregimiento porque, como dirían las abuelas, ‘se andaba la seca y la meca’, caminaba entre extremos y siempre fue servicial. Hacía distintos tipos de labores en los negocios más conocidos del parque principal de Santa Elena.

Amable, tomador de pelo, también de traguito (le gustaba el aguardiente) y conversador a pesar de lo enredado que hablaba, siempre fue personaje llamativo en la parte central, aunque muy reconocido en todas las tiendas del corregimiento.

También papá

Habitante tradicional de Santa Elena, de la Vereda El Cerro, Eloy era padre de Otoniel e Imelda Atehortúa Londoño. Con 67 años cumplidos, siempre fue humilde y dispuesto para lo que lo necesitaran.

Eloy ya no está más. Murió el 14 de febrero de 2016, luego de ser atropellado por un motociclista, en la zona de la Institución Educativa, el día 11. Las mismas calles que recorría de camino a su casa en El Cerro fueron el escenario del accidente. Y fue la segunda vez, pues había sido atropellado también por un motociclista en el 2014. En aquella ocasión, a pesar de verse tan mal, sobrevivió y su recuperación fue lenta. Fue reconfortante verlo de nuevo en la calle y que recuperara sus tradicionales rutinas de recorrer el corregimiento.

Eloy permanecerá en el recuerdo de todos, junto con la amabilidad, la disposición permanente, el hablar enredado y la típica figura. Sus pies, siempre descalzos, recorren ahora los jardines de la eternidad. Buen viaje Eloy y Juan Carlos y paz en sus tumbas y en los corazones de sus familiares.


Su pinta, inconfundible.                                                      El parque, su sitio natural.

 

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