Valor para devolver una campana

Cuando escribimos este editorial, mayo 8 de 2018, no ha aparecido aún la campana centenaria que fue robada de El Monasterio el último fin de semana de abril. Y no fueron las campanas de la iglesia de la parte central, ni las campanas de ningún sitio de retiro espiritual. Como dijimos en la nota que publicamos, era la campana que adornaba un bello lugar de encuentro ubicado en la parte central, llamado El Monasterio: buena gastronomía, excelente atención y una oferta realmente diferente. Lo triste es que los ladrones aprovecharon la soledad del sitio para llevarse este valioso objeto. El Monasterio fue uno de los negocios que fue desalojado a finales de marzo debido a la evidencia de grietas en su estructura. Pasó un mes largo, entonces, para que los amigos de lo indelicado, se llevaran la reliquia. La campana es producto de una aleación de metales, forjada a mano, con más de 200 años, procedente de un monasterio en Villa de Leyva, con un peso aproximado de 20 kilos y medidas de 33 centímetros de alto por 25 de diámetro.
Cuando se supo del robo, se activó la solidaridad y muchas personas compartieron en redes la información. Se advertía que, si la veían o era ofrecida en venta por alguien, las personas denunciaran al celular de las dueñas o a la estación de policía que tuvieran más cercana. Y queda un sinsabor, porque bien se sabe que objetos como este son bien pagados en un mercado negro de coleccionistas que se mueve en total clandestinidad. Medellín no es la excepción, hay y muchos interesados que pagarían por ella sumas inexplicables.
Sin embargo, pensábamos (eso creíamos) que, por ser una zona rural, donde algo de los valores aún se conservan intactos, donde la gente es solidaria (a pesar de todo) y un corregimiento donde todo se sabe, pudiera darse con el paradero de la campana de manera pronta. No ha sido así y aflora la tristeza, porque ya era hora de que el artículo hubiera aparecido. Genera más tristeza saber que, aunque las comparaciones son odiosas, recuerda uno episodios en la zona urbana, donde muchos taxistas o personas del común han regresado, intactos, a sus dueños maletines con grandes sumas de dinero, objetos valiosos, portátiles o cámaras fotográficas cuando se han perdido en sitios públicos o vehículos de servicio. Y cada vez que eso pasa, uno se congratula con ese ser humano que prefiere regresar algo que no es suyo que apropiárselo para beneficio propio. Da para pensar que aún hay gente buena, con sus valores vigentes y activos y, sobre todo, muy conscientes de que ‘si no es mío, es de alguien más’.
Así las cosas, como medio de comunicación, invocamos de nuevo la solidaridad de la gente de Santa Elena para informar si saben, si han visto, si se han dado cuenta quién pudo llevarse esta campana. La invitación es a denunciar, a informar a las autoridades para que el objeto sea recuperado y regrese a sus dueñas. No es posible que en una zona rural no podamos dar ejemplo. Podríamos decir que se perdieron los valores, pero estamos convencidos de que no llegamos, aún, a ese punto. Ahora el llamado es a demostrarlo. Sería una fantástica historia para contar y así lo soñamos.

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