Alba Mery y su ‘Tierra Buena’

Los padecimientos, los ires y venires con los productos para vender en medio de la ilegalidad, las largas jornadas en el bosque extrayendo el musgo y la tierra de capote son como pesadillas para Alba Mery Soto Grajales, a pesar de que lo hizo durante muchos años, más de los que recuerda. Eran épocas pesadas, en las que eso era lo único que se podía trabajar para sostener la familia, tanto porque no se tenía conocimiento de nada distinto, sino porque era la herencia, esa misma actividad que hicieron los ancestros y que por muchos años fue legal y hasta reconocida en la ciudad. ¿Quién no recuerda hoy los pesebres con musgo real para poner a pastar las ovejitas? Eso era antes, pues hace varios años la ley prohíbe y penaliza, hasta con cárcel, la utilización de estos elementos del bosque.
Ese calvario fue el que Alba Mery superó cuando decidió dar un paso a la legalidad para tener mejor calidad de vida, no trasnochar, no hacer fuerza por los retenes de la policía y, sobre todo, para tener una actividad de trabajo legal, que pudiera hacer con la frente en alto y que le permitiera poner al servicio de la gente el enorme carisma que tiene. Esa transición fue dura y le tocó generar su mercado, conseguir sus propios clientes y forjarse un nombre que, hoy ya tiene, para insertarse en la actividad legal.

Esta campesina, nacida y criada en la Vereda Piedra Gorda, de 57 años, casada hace 40, con cuatro hijos y ocho nietos, distribuye su vida entre el Vivero Tierra Buena, justo ahí en la entrada de la vereda y su casa, a la que ella llama Mi Casita Silletera que, como dice, “no es la gran cosa”, pero es el negocio familiar al que le quiere apostar con sus cinco hermanos para prosperidad de todos. Silletera hace 33 años, también recibe turistas casi siempre en temporada de Feria de las Flores, pero le gustaría que la visitaran en otros meses del año más fríos, con más sosiego y calma, para poder conversar y compartir lo que sabe.

Aquí y allá

Por eso la visita a esta finca silletera comienza en Tierra Buena Vivero, ubicado a orilla de carretera, entre el sector de La Montaña Mágica y el Centro Educativo Piedra Gorda y Mi Casita Silletera, unos metros más abajo, en la zona del Hoyito.
Entrar el vivero es llegar a un espacio como de magia, decenas de especies de flores están bien organizadas en el lugar y abren el camino al visitante, lo conducen por todo el espacio cargado de colores, hasta llegar a la zona de las suculentas en abundancia, las cuales dice Alba, son las que más se venden.
Cuenta que inició con el proyecto de la finca silletera hace unos nueve años, sumándose a la iniciativa de la Corporación de Silleteros de Santa Elena -COSSE-, que comenzó con esa promoción y fortalecimiento de los emprendimientos para los campesinos que tuvieran en sus casas la posibilidad de promover y mostrar al mundo la cultura silletera. “Hemos recibido capacitaciones, viajado a distintos lugares a aprender mucho y todo lo que uno va aprendiendo lo aplica en su espacio, pero uno trabaja con la capacidad que tiene, me siento orgullosa de lo que he logrado, pero me toca despacio, porque no tengo todos los recursos a la mano”, dice con una sonrisa.

Intentos

Fueron varios los intentos para salir adelante. Uno de los más duros, pertenecer a una asociación de tierreros en Santa Elena que trabajaban de manera legal, con el apoyo de Corantioquia y de la Alcaldía de Medellín. Para Alba esos tiempos fueron difíciles porque estaba supeditada a los manejos de la organización y aunque pagaba para llevarse sus bolsitas etiquetadas de tierra legal, le estresaba el proceso. Por eso llegado un día de mucha angustia, su hijo le sugirió independizarse, montar el vivero y conseguir sus propios clientes y eso hizo. “Eso es como cuando uno coge una paloma, toda temblorosa, muerta de miedo y la larga hacia el cielo, la libertad y la armonía llegan y no hay forma de explicar tanta felicidad y bendiciones”, dice ahora con mucha alegría afirmando cómo le cambió la vida. “Empezamos sacando a la carretera una mesita como con 15 maticas y nos fuimos creciendo, aprendiendo por ejemplo cómo se cultivan las suculentas y organizando este espacio, hasta lo que tenemos hoy, un lugar, primero, lleno de armonía y luego todos los elementos que la gente necesita para la decoración del jardín, flores, aromáticas, tierra abonada, canastos, suculentas, con un buen carisma para atenderlos a todos como se merecen”, agrega.

El secreto

Aunque hoy no vende la tierra abonada, en bolsa etiquetada, su trabajo es legal porque ya no utiliza recursos del bosque. Ahora quienes la conocen, incluso las autoridades porque ella les reportó y se presentó para recibir el aval, saben que recibe tierra sobrante de obras que realizan en el corregimiento para luego preparar con otros ingredientes que le dan valor. Por ejemplo, tiene en su vivero tierra de la construcción de la Casa de la Cultura o de la apertura de la vía del sector de San Roque, en la Vereda Mazo. Luego, el proceso es mezclarla con gallinaza, cascarilla de arroz, arena cuando hay y aserrín que le regalan de algunos aserríos de la zona y esa es la que se vende bien mezclada y organizada. “La gente ya no le pide a uno musgo o tierra de capote, hay mucha sensibilidad y conciencia sobre eso”, afirma. Lo mejor, dice, hacerlo a la luz del día, sin trasnochar, de frente, sin tener que esconderse.

Crecer con la familia

Para consolidar la finca silletera, Alba Mery ya organizó con sus cinco hermanos para unir con jardín lo que sus papás les dejaron. Son varias casas y en la última, de su hermana, hay un pequeño lago de agua de nacimiento que, ella ve, puede ser un atractivo para los turistas. “La idea es prepararnos, con las fortalezas de cada uno, definir quién atiende, quién dispone alimentación, el otro que haga el recorrido, otro que cuente la historia silletera y así, cada quien con lo que sabe hacer mejor”, cuenta con entusiasmo. Ya están empezando a delinear los senderos, pensar las plantas que van a sembrar y definir cómo van a unir las casas con jardín.
Por ahora, Alba Mery recibe a los turistas en el vivero, donde les cuenta la historia, habla de la cultura silletera y luego los lleva a Mi Casita Silletera, donde les muestra las fotos, les sirve el refrigerio o les da el almuerzo según sea el caso y les muestra otra parte del jardín para que puedan tomar las fotos.
Para encontrar a Alba Mery Soto Grajales y poder visitar su finca silletera y su vivero, la pueden contactar a los teléfonos, fijo 566 92 09 y celular 314 780 36 01.

Acompañamiento de la Alcaldía de Medellín

Actualmente la Alcaldía de Medellín realiza el acompañamiento, articulación y promoción a 17 fincas silleteras del Corregimiento Santa Elena de Medellín hasta donde llegan turistas de todo el mundo durante todo el año para apreciar la cultura silletera, las flores y la manera como estos campesinos adornan las coloridas obras de arte únicas en el planeta. Anualmente las fincas son visitadas por 13 mil personas aproximadamente, cuyo pico o temporada alta es durante la Feria de Las Flores.
“Trabajamos por un turismo transformador, responsable, sostenible y competitivo. Un turismo de la gente para la gente, cercano y accesible al ciudadano de a pie. Fortalecemos talentos que trabajan de cara al visitante nacional y extranjero porque creemos en nuestra ciudad y su gente y nos proyectamos como una ciudad que se reinventa constantemente luego de sufrir un pasado doloroso. Una ciudad que construye un futuro esperanzador y lleno de alegría” destacó María Fernanda Galeano Rojo, secretaria de Desarrollo Económico de Medellín.

 

Un comentario en «Alba Mery y su ‘Tierra Buena’»

  • el 15 noviembre, 2018 a las 7:01 am
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    Precioso relato poético el de Alba Mery. Gracias por llevarnos apartir de sus narraciones a acercarnos más a este bello territorio, a sabernos más conocedores de nuestros vecinos y sus emprendimientos que también permiten que avancemos con lo que ofrecen ya que podemos integrarlo en nuestros propios emprendimientos.

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