El camino del agua hasta las casas (Entrega 4 de 6)

Por Valentina Arango Correa*
Foto portada: Todo el tiempo se analiza la calidad del agua y en las plantas de tratamiento compactas esto indica cuanta cantidad de químicos hay que aplicar para apoyar la potabilización del líquido. Imagen del laboratorio en la planta de tratamiento del Acueducto Multiveredal Santa Elena.

La montaña es cuna y de su frondosidad emerge la fuente del cauce: un arroyo alto, puro, cristalino, frío. La lluvia alimenta su propósito. Y, sobre la tierra, como una caricia suave y condensada, recorre los paisajes. Así es el agua en Santa Elena, con nacimientos incontables que llegan hasta las quebradas para luego desembocar, principalmente, en el Río Medellín.
Aunque la geografía del corregimiento es compleja por la diversidad de terrenos, además de extensa, los acueductos hacen todo lo posible para purificarla y transportarla hasta los hogares, incluso, a pesar de las largas distancias. Para que esto suceda, el agua es impulsada por un dispositivo de bombeo que funciona con energía eléctrica. Luego, toma otro camino desde la montaña: un tubo grueso de PVC. Con la presión suficiente de un dispositivo de bombeo, el agua circula por todo el tubo hasta un tanque de concreto y llega hasta su primera parada, una planta de tratamiento.
Allí se pasa por un clorador que limpia y desinfecta, elimina microorganismos e impurezas que bajan con la lluvia o con la tierra desprendida. Entonces el agua, ahora limpia, se almacena en nuevos tanques. Algunos, desde la altura, la impulsan con la fuerza de gravedad y, a través de una red de distribución, con tubos y más tubos, esta vez más pequeños, llevan el agua hasta las casas.

Hay distancias muy largas entre los tanques de agua potable y las viviendas. Por ejemplo, el acueducto Multiveredal Santa Elena tiene usuarios hasta a 5 kilómetros o más, incluso, con tanques auxiliares como el que surte a San Miguel (en el alto del mismo nombre), a donde el agua no llega por gravedad sino bombeada. Por eso en ese sector siempre se demora más la disponibilidad cuando se suspende el servicio. Imagen de la planta de Tratamiento del Acueducto Multiveredal Santa Elena, en el Alto de la Yegua, en la Vereda El Placer.

Las plantas de tratamiento
Luis Fernando Sánchez Soto, operador de planta del Acueducto Santa Elena, con 24 años de experiencia en el sector, explica que existen dos tipos de plantas: unas son de filtración lenta, con arena y hay otra, la del Multiveredal Santa Elena, que es compacta y que requiere químicos para completar el proceso de potabilización.
La filtración lenta funciona con una cobertura de arena, por la que el agua va bajando lentamente y va dejando todos los sedimentos e impurezas hasta quedar lista para pasar a desinfección. En el caso de la planta compacta, que es más rápida, se llevan a cabo todos los procesos en un mismo módulo, incluyendo la esterilización.
Para Sánchez Soto es muy importante que se comprenda este proceso, porque, aunque existe una planta más rápida como la del acueducto donde opera, es más complejo. Según él, “porque requiere unos análisis de agua que realizamos acá mismo para saber qué cantidad de coagulante y desinfectante debemos de aplicarle al agua”. De esta manera, cuando llueve fuertemente, el agua turbia impide trabajar rápido.

Sede del Acueducto Las Flores, en cercanía a la Montaña Mágica en la Vereda Piedra Gorda.
Los acueductos veredales desarrollan sus labores en medio de muchas problemáticas. Llevar el agua hasta las casas resulta ser un gran desafío.

Las dificultades para transportar el agua
Cuando hay derrumbes entre el cauce de la quebrada u otros focos de contaminación, tales como herbicidas y fungicidas, usados por quienes cultivan la tierra, el fontanero es el operario encargado de estar pendiente de que estas fuentes no conserven estos factores contaminantes y ayuda a liberar el cauce del agua de sedimentos o ramas para que llegue hasta los tanques. A los factores contaminantes se suman las descargas de aguas residuales domésticas (aguas negras), aquellas de las casas que no cuentan con pozos sépticos. Este es uno de los asuntos más preocupantes en todo el territorio. En zona rural tampoco hay alcantarillado de EPM, como muchas personas creen y la tarea de recibir las aguas negras la debe suplir un tanque o pozo séptico. Sin embargo, es tal la improvisación, que muchas casas recién construidas ni siquiera cuentan con un sistema efectivo para disponer de sus aguas negras y las depositan directamente a los cauces de las quebradas del territorio, generando una contaminación que afecta a todos. Imagínese usted que esos residuos caigan a la fuente más arriba de la bocatoma. La inquietud se responde sola.

No sólo es abrir la llave y ya está. El agua, desde la fuente, surte un proceso largo, dispendioso y complejo para las condiciones naturales del territorio de Santa Elena, antes de que usted pueda recibir el preciado servicio en su hogar.

Malo porque sí y malo porque también
Todos los acueductos cuentan con fontaneros y operarios, quiénes también se encargan de hacer mantenimiento a las tuberías, suelen descubrir fraudes en el servicio y, también, hacen lectura de los contadores, los aparatos que miden el consumo del agua en las casas.
Jhon Jaime Atehortúa Patiño es uno de ellos, trabaja en el Acueducto San Pedro. Él, además de estar pendiente de asuntos como esos, se fija si se presentan “fugas en la red que lleva el agua desde el bombeo hasta la planta de tratamiento” y revisa “las redes de distribución, que no se rompa un tubo, porque eso afecta el sistema y la pérdida de agua”.
Sánchez Soto complementa: “Es que, entre más llueva, es mucho más difícil tratar el agua, es más complicado. Si llueve mucho, sufrimos de dos males: uno es que, cuando tenemos muchísima lluvia, el proceso de potabilización es muy complejo y lento y hay que trabajar con una capacidad menor a la que tiene la planta para poder cumplir con los estándares de calidad de agua potable. Y la otra es cuando hay demasiado verano, pues nuestros usuarios consumen mucho el recurso”. Sánchez Soto se refiere aquí al uso de agua potable para actividades agrícolas, recreativas, como el uso de jacuzzis y piscinas, riego de plantas y lavado de carros. La sugerencia es que no se utilice agua potable para estas acciones, pues se desperdicia el recurso. Una buena opción para estas tareas es recolectar agua lluvia.

Bocatoma del Acueducto San Pedro.
Cuidar el agua, nuestro compromiso, se lee en la entrada de la sede del Acueducto Las Flores. Ese no debería ser un compromiso de los acueductos solamente sino de todos los habitantes del territorio.

Sin energía o si llueve, fregados
Los acueductos son empresas comunitarias y así se resume su principal funcionamiento. Actualmente son seis (6). Muchas veces el servicio se suspende pues ramas, piedras, troncos y tierra, ensucian las bocatomas y éstas, llenas de residuos, no pueden llevar agua en esas condiciones hasta las plantas de tratamiento. Aquí es cuando el fontanero debe limpiarla y es una labor manual que no tiene otra forma de realizarse.
Además, si está suspendido el servicio de energía, la planta de tratamiento no puede funcionar y deja de llegar el agua hasta las casas. Si cuando se va la energía no se suspende el servicio, se agota el recurso que hay en los tanques y volverlos a llenar requiere horas de bombeo. Por esa razón la prestación del servicio de agua se suspende cuando llueve, cuando no hay energía o cuando hay sobredemanda sobre el sistema. Estas son condiciones de alta incertidumbre para el funcionamiento de los acueductos, pues a veces, de la nada, cae un fuerte aguacero. Esto también implica, a veces, problemas de comunicación con los usuarios, pues se trata de contingencias que no pueden ser anticipadas o informadas con mucha antelación y se divulgan en tiempo real, sin que haya espacio a la que las familias puedan prepararse.
A lo anterior se suma el agotamiento de los tanques por el aumento desenfrenado en el consumo: riego de plantas, autos que se lavan con agua potable y muchos nuevos restaurantes, cocinas, hoteles o alojamientos. Donde antes había una casa, hoy puede haber un glamping o un hostal, o un espacio para pasar la tarde y la sobre demanda de agua afecta la disponibilidad para todo el territorio.

Bocatoma del Acueducto Media Luna, en la fuente, Quebrada Santa Bárbara.

El mismo rasero
A estas dificultades de los acueductos se suma que, a pesar de su tamaño, número de usuarios y capacidad, los rige la misma normativa —Ley 142 de 1994 de Servicios Públicos— que orienta a empresas grandes como EPM. Es un asunto desproporcionado, si se mira sólo el número de usuarios de acueducto que, para EPM, alcanza aproximadamente 1.370.000, según cifras entregadas por la empresa, mientras que para los acueductos veredales de Santa Elena está cercano a 27 mil.
Y eso sin hablar de la infraestructura, la organización administrativa y los recursos técnicos, humanos y financieros para funcionar. Sin embargo, lo que hace la norma, a pesar de la desproporción de condiciones entre EPM y los acueductos veredales, es medirlos con la misma vara, hacerles las mismas exigencias y requerimientos y pedirles que respondan ante la ley y las entidades reguladoras como si fueran una gran empresa.

Los acueductos veredales son regulados con las mismas normas que orientan el actuar de Empresas Públicas de Medellín. Desproporcionado, si se tiene en cuenta el tamaño, el número de usuarios, los recursos para operar, además de las complejidades geográficas y sociales de un territorio como Santa Elena. En la imagen la sede del Acueducto Multiveredal Santa Elena que justo hoy, 21 de noviembre, está celebrando 25 años de labores.

El agua de hoy
El agua es un recurso que no tiene un valor comercial: los acueductos cobran solamente por los gastos del tratamiento y distribución. Su apreciación radica en que es el elemento más importante para vivir. Humanos, animales, plantas, toda la naturaleza se alimenta de él. Hoy, en Santa Elena hay urgencia para conservarlo.
Con el aumento de habitantes que, a su vez, son consumidores del recurso, se incrementaron las dificultades para el funcionamiento de los acueductos veredales de Santa Elena. Este panorama permite entender la complejidad a la que están sometidas estas empresas comunitarias, las cuales, aunque tienen una gran responsabilidad social, compromiso y buenos estándares de calidad, deben sortear obstáculos como la incoherencia en las normas, la desarticulación de los entes distritales, la desidia de algunas entidades de control y el vertiginoso y desordenado desarrollo corriendo más rápido que todos los anteriores.
Santa Elena, desde sus montañas, pasando por sus valles, bosques y laderas, es la cuna del agua de la ciudad. Por eso es crucial apoyar las labores de los acueductos veredales y emprender acciones de movilización para cuidarla, conservarla y evitar su deterioro. Además, es de suma importancia generar consciencia de que, aun siendo actualmente un territorio turístico, su tradición es rural y campesina. Cuidar el agua, entonces, es mantener la vida de esta comunidad y de la ciudad. Como dijo Juan Fernando Rodríguez Grajales, fontanero del acueducto Piedras Blancas: “Yo creo que es una invitación a que cuando tengamos agua, hagamos un uso racional de esta”.

*Periodista en formación de la Universidad de Antioquia. Apoyo al proyecto Consciencia por el Agua, Estrategia Ganadora de la Convocatoria Medellín Palpita desde sus Territorios 2022, de la Alcaldía de Medellín.

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