Extrañar lo ‘inextrañable’

Cada año, luego de que pasaba la Feria de las Flores, Santa Elena parecía el sobrado de lo que había quedado de alguna catástrofe. El desastre era producido por las miles de personas (aproximadamente 30 mil, en los 15 ó 20 días que duran las actividades previas en Santa Elena) que subían a disfrutar la fiesta, beber, bailar y gozar del ambiente y nos dejaban, no sólo toneladas de basura, sino un sinsabor que se disipaba durante un año hasta la siguiente Feria de las Flores. La sensación en relación con lo que representaba la Feria de las Flores para el territorio cultural de Santa Elena era de sentires encontrados y contradictorios: agradecimiento y alivio por la derrama económica anual que representaban esas actividades para la población del corregimiento, que esperaba, literal, su agosto, cada año y un sabor a hastío, tan profundo, que se agradecía el paso rápido y, por fortuna, fugaz, del mayor despelote del año, en el que el corregimiento estaba ‘invadido’ de gente, entregado a los extraños y con total cerco para los propios. 2019, no fue la excepción, en cuanto a Feria se refiere y despedimos la del año anterior con el suspiro aliviado de que tendríamos un año para recuperar fuerzas, sentidos y hacer nuevos planes para que la de 2020 fuera mucho mejor, en todo.
Pero ¡cómo nos cambia la vida! Llegó 2020 y, a pesar de las incertidumbres en otros países, que se sentían muy lejanas (y como para otros, no para nosotros), en Santa Elena había aires de esperanza y muchos de esos pequeños empresarios del turismo, empezaban el año con las pilas puestas, planes, proyectos y expansiones. Vestidas y alborotadas, Santa Elena y su gente se quedaron sin poder estrenar siquiera la pinta de Semana Santa. No nos dejaron ni pisar calle para esa época, pues desde marzo las circunstancias nos metieron en modo pandemia (algo desconocido hasta entonces para todos), nos encerraron a la fuerza, nos modificaron en 180 grados las dinámicas de la vida cotidiana y social y nos obligaron a pensar, sentir, vivir, producir y razonar distinto y a través de pantallas y sin interacción física. Ese modo pandemia, tan inesperado, afectó, ahí sí como un tsunami, la mayor fuerza productiva del territorio, el turismo. Golpe bajo.
¿Qué íbamos a pensar que la de 2019 era la última feria, tal como la vivimos entonces? (De aquí en adelante, seguro, serán distintas, por lo menos por un tiempo). ¿O que este año el Desfile de Silleteros no sería el 7 de agosto, algo inimaginable? Y lo impensable, ya ocurrió y fue aplazado para noviembre. Y falta ver si la pandemia así lo permite, ojalá, porque hay muchos sentimientos, economía y tradiciones invertidos en ese tema para nuestra comunidad.
Y en esa línea, este año se extrañaron los turistas, los mares de gente, las aglomeraciones en diversas veredas del territorio y en el parque principal y, por supuesto, los ingresos que se generan en este tiempo. En tiempos normales, esta sería una época de un poco de hastío por las fiestas ya pasadas, pero seguro, con algo de tranquilidad económica para muchas familias del territorio. Ese sosiego económico, pasados casi 5 meses de iniciado el aislamiento obligatorio, es el que esas familias no han visto ni sentido y que ya por este año parece haberse diluido, salvo que la Administración Municipal considere crear algún salvavidas para darles la mano y aliviarles la incertidumbre.
Con ese panorama, queda esperar ‘el después de’ la pandemia, lo que venga, lo que nos depare el desarrollo de la enfermedad y también la creación de medicamentos y vacunas o definitivamente confirmar que debemos acostumbrarnos a esa nueva normalidad.
El hecho de extrañar lo ‘inextrañable‘, eso que generaba tanta molestia en años anteriores y que para estos dos meses hubiera sido un bálsamo económico y social, deja la reflexión de que, con la incertidumbre que genera el futuro, sólo queda disfrutar el aquí y el ahora. Vivir el presente porque no sabemos qué pueda pasar en el futuro, sea cercano o de mediano plazo. Disfrutar lo que venga, así nos parezca el peor escenario y bailar como nos toque, sin querer cambiar los acontecimientos. Muy duros los tiempos de pandemia, sobre todo por los impactos económicos. También se añoran el bullicio y el tumulto en el corregimiento, salir, compartir, reunirnos, conversar al calor de un café (entre otras muchas actividades), pero habrá que buscarle la circunstancia favorable a la nueva vida cotidiana. Vivir el aquí y el ahora no nos debería obligar a extrañar lo ‘inextrañable’.

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