Algo estamos haciendo mal

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente un millón de personas mueren a causa del suicidio cada año, lo que equivale a una tasa de mortalidad global de 16 por cada 100.000 habitantes. Así lo consigna el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses en su informe anual Forensis correspondiente al 2016. Dice el mismo informe que, aunque el suicidio es un acto personal, también es social, pues está relacionado con la “autopercepción del sujeto de acuerdo con el contexto en el que se desenvuelve; en este sentido, los estados que lo caracterizan como ser biológico, psicológico, social determinan su conducta autodestructiva”. Y agrega que “el suicidio adquiere una representación específica de acuerdo con elementos vivenciales del individuo, es decir, edad, sexo, actividad económica, lugar de residencia, religión, salud, muerte de familiares, entre otros”.

Aterrizando las cifras a Colombia, el documento señala que en 2016 se reportaron 2.310 suicidios, 242 casos más que en 2015. Es dramática la cifra nacional acumulada de 2007-2016 de 19.177 casos, con un promedio de 1.918 por año, 193 al mes y seis por día. El mayor número de eventos se da en el grupo de edad entre los 20 y los 24 años (270 casos) y de los 25 a los 29 años (228 casos). Se menciona que las causas que están en primer lugar son las enfermedades físicas y mentales (311 casos) y el conflicto con pareja o expareja es la segunda motivación (277 eventos).

De los 2.310 suicidios que hubo en 2016, 1.888 eran hombres y 422, mujeres. Mientras en los hombres el registro más alto está entre los 20 y los 24 años, en las mujeres ese dato está en el grupo de 15 a 17 años.

Para bajar los datos a Antioquia, de los 2.310 casos nacionales reportados, 388 fueron en esta región y 161 específicamente en Medellín. Para los casos locales, de esos 161, 134 eran hombres y 27 eran mujeres.

Y, si es justo la franja de edad de los más jóvenes que apenas empiezan a vivir los que más ganas tienen de irse, la pregunta que queda es ¿qué estamos haciendo mal los adultos? Porque, algo debemos estar haciendo mal para que los muchachos no tengan motivación para quedarse y llevar una vida normal. Algo falta, eso es seguro.

Según Medellín cómo vamos, las personas entre 14 y 26 años en Medellín, en 2016, eran 475.747, un 19,3% de la población total de la ciudad. De igual manera, la capital antioqueña es la que mayor tasa neta de cobertura en educación secundaria tiene del país, con un 90,3%. Aunque la cobertura en educación secundaria parece buena, las decenas de programas que tiene la Administración Municipal para la juventud, los incentivos para el emprendimiento y las actividades juveniles, falta más acompañamiento a este sector de la población que, en algunos casos, pareciera no tener muchas herramientas para querer continuar la vida llena de desafíos y retos.

Por eso, los adultos sí estamos haciendo algo mal y es que no estamos escuchando a los muchachos, no vemos las señales de alerta (a pesar de que ellos a veces las griten), no les entregamos tiempo de calidad en familia, no les brindamos herramientas para tolerar y aprender a convivir con la frustración, no los ayudamos en sus tránsitos de vida o los soltamos del todo como si ya fueran capaces de enfrentarse al mundo solos. A todo esto, se suma que les reemplazamos el cariño con cosas materiales y con aparatos electrónicos de última generación, en contraposición con sentimientos trasnochados que no les alcanzan para comprender el complejo mundo afuera del hogar o para aprender a discernir sobre lo bueno y lo equivocado. La idea no es hallar culpables, pero hay que considerar corregir el rumbo y sobre todo intentar prevenir en los que tengamos cerca.  ¿Qué hacer? ¿Se puede prevenir? Por supuesto. Las investigaciones señalan que, con estrategias de prevención, que comprenden mejores condiciones para la educación de niños y jóvenes, el acompañamiento y tratamiento eficaz de los trastornos que puedan presentarse y la vigilancia atenta de posibles factores de riesgo, es posible. El Informe Forensis de 2016 explica que “el aspecto más importante de la prevención del suicidio es el reconocimiento temprano de las víctimas en situación de aflicción y/o con un alto riesgo de suicidio. Las personas con tendencias suicidas le dan a la gente que los rodea suficientes avisos y margen para intervenir”. Nuestro agregado es que sólo hace falta un poco de sensibilidad y mejor comunicación con los jóvenes para lograrlo. Qué tal intentar hablar con ellos sin juzgarlos por lo que hacen, cómo piensan o la forma cómo ven el mundo y si vemos alguna razón de alerta, buscar ayuda pronta, no dejarlo pasar y mucho menos ‘echarle tierra’, porque eso, al fin y al cabo, es mucho más fácil. No hay que esperar a que lo intente. Peor aún, si ya lo intentó y sobrevivió, momento de intervenir para evitar que lo logre y que pueda vivir con condiciones de vida saludables para su cuerpo y su mente. Aún podemos corregir el rumbo. Es cuestión de disposición. Nuestros jóvenes nos necesitan.

Estas son algunas señales de alerta:

  • Comportamientos que muestran sufrimiento intenso: pensamientos obsesivos, comentarios acerca de que la vida no tiene sentido, falta de energía para hacer tareas básicas, mucho tiempo en la cama, dificultad para tomar decisiones que antes se tomaban fácilmente y pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras.

  • Cambios drásticos de humor: preste atención a cambios repentinos y exagerados.

  • Acontecimientos impactantes o traumáticos: muerte de alguien cercano, pérdida de un trabajo importante, enfermedad grave o casos de bullying intenso (acoso escolar).

  • Avisos verbales: quien lo está pensando puede decir “la vida no vale nada”, “me quiero morir”, “no aguanto más”, “va a ser mejor para todos sin mi”, “era mejor no haber nacido”. Se suele pensar que quien tiene intenciones de suicidarse no avisa, pero la verdad es que sí expresa verbalmente o no, muchas señales de alerta.

  • Trastornos psicológicos y de dependencia: el riesgo aumenta cuando la persona sufre enfermedades como depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, trastorno límite de la personalidad, estrés postraumático, recurrentes abusos físicos y/o sexuales, abuso de alcohol y drogas y conducción imprudente.

  • Mejoras repentinas: cuando alguien que ha estado deprimido se muestra repentinamente muy alegre, esa también es una señal. La mejoría puede ser una simulación para continuar planeando el evento.

En todo caso, una larga lista de avisos que pueden ser señales de que algo raro pasa y es necesario buscar ayuda, urgente.

Y se preguntarán ustedes, porqué esta amplia nota editorial sobre el suicidio. Surgió porque el domingo 15 de abril, un joven de la Vereda El Plan, se quitó la vida. Y engrosa una larga lista de muchachos de Santa Elena que se han ido de la misma manera. Esta familia necesita un acompañamiento sicosocial especial. Muy bueno sería que la Alcaldía, a través de la Casa de Gobierno de Santa Elena, pueda gestionarlo y hacerlo efectivo porque cuando ya no hay prevención qué hacer queda el peso de una familia que, ojalá, no esté sola con semejante dolor. Y falta, por supuesto, verificar si hay programas integrales para jóvenes que se encuentran en similares condiciones de vulnerabilidad en nuestro corregimiento. Si no existe, es urgente que se defina algo para acompañar a nuestros muchachos. Aquí queda la inquietud.

Foto: Internet – https://pixnio.com/es/gente/hombres/hombre-depresion-oscuro

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